
También los corceros apuran sus últimas posibilidades de hacerse con una buena cabeza antes del desmogue, allá por noviembre. Su primo-hermano el ciervo, en breve y con las primeras lluvias de este mes, empezará a destaparse, iniciando un careo en busca de las futuras madres de sus hijos. Es la brama o berrea, época de amor y lucha en la que el rey del bosque entra en celo durante un periodo aproximado de 15 días y que resulta espectacular si se tiene la suerte de contemplarla. Una primavera lluviosa y un verano con agua y temperaturas suaves ha permitido que ahora se goce de unos pastos espléndidos y en consecuencia unas cuernas poderosas. Así las cosas, este corto período de tiempo supone para el cazador la oportunidad de hacerse con ese gran trofeo que va a entrar en regresión y retirar los animales defectuosos o enfermos. Evidentemente, no es lo mismo recechar en una finca cercada con una superpoblación cervuna que en una reserva de caza o acotado del norte peninsular, donde la orografía se las trae. Este arte del acercamiento requiere una buena preparación física, conocimiento exhaustivo de la zona, astucia y un manejo exquisito de los prismáticos y el rifle. Abatido el animal, el cazador debe inexcusablemente aviarlo, aprovechando su carne bien para consumo propio o para regalar a sus amistades. Etica profesional y respeto hacia el animal que se le ha quitado la vida. Porque cortarle la cabeza y abandonar el cuerpo es propio de cuatro insensatos que no entienden la enjundia que conlleva llamarse cazador.
Fuente: El Correo
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