
Ahora que vienen mal dadas sería bueno hacer frente común para poner las peras al cuarto a los arrendamientos municipales, que venden lo que no hay y encima restan los medios con una agricultura agresiva para ejercer la práctica racional de la caza.
Es lo que hay y la culpa es nuestra por alocarnos en las subastas. Mala uva y esfuerzos baldíos a pie de campo para intentar compensar el engaño. De ahí que los engañados pretendan luego compensar sus errores vendiendo a sus compañeros tarjetas de caza por cantidades astronómicas. Si no se pone orden llegará el momento que nos vendan caza de granja a precio de salvaje en cualquier avispado municipio. Así, a la hora del recuento anual a un cazador le puede salir en el mejor de los casos una perdiz por 300 euros y una becada por 400. ¡Átenme esta mosca por el rabo!
Y de las especies mayores, qué quieren que les cuente. Hay aficionados que durante su larga vida cinegética cuentan con los dedos de una mano las piezas abatidas. Acompañen a un verdadero cazador durante ocho horas, barranco arriba, ladera abajo y verán lo que supone ser cazador. A pesar de todo, este cazador, que se viste por los pies, lo intentará una y mil veces.
Otros mas pudientes, igualmente aburridos de tanto engaño, han optado por desplazarse a otros países donde la caza es mas abundante y los precios mas baratos, fruto de una agricultura menos agresiva y una presión cinegética inferior. Dinero que se va. Pero ¿qué les importa a los políticos la caza si está mal vista y son incapaces de gestionarla?
J.A.SARASKETA
Fuente: EL CORREO
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