La pasión que despierta la caza de la sorda también cuenta con un lado más curioso y hasta divertido que sirve para entretener los encuentros entre los muchos fanáticos de esta afición, más si cabe en estas fechas en las que no abundan los pájaros. Entre los comentarios surgen las anécdotas, bromas y las exageraciones, normalmente desde un tono jocoso, y las “gestas” cinegéticas se amplían o reducen según el foro que se trate.
Desde el momento de la partida, algunos quieren llevar tantos pertrechos que al final acaban por olvidarse de detalles como la documentación, que no es poca, o las cartillas de los perros. Alguno incluso se ha dejado la escopeta o los cartuchos en casa. Y si la munición tiene más fácil arreglo, olvidarse el arma no, salvo volver a casa. Alguno ha querido ir o volver de cazar dejando la escopeta vacía sobre el techo del coche, sin más sorpresas que llegar a la zona con la escopeta enganchada al portón trasero, o darse cuenta y volver a por el artilugio que se ha llevado el correspondiente golpe. Se pueden imaginar el cachondeo generalizado si el asunto trasciende más allá del autor.
VAINA
Y menos mal que ahora cada vez las ropas son más técnicas, y previenen desgarros y roturas, porque los “sietes” producidos en pantalones, chalecos y mangas con las zarzas y pinchos han mandado muchísimas prendas a remendar o directamente a la basura.
En cuanto a escopetas, el estreno de las modernas escopetas ligeras, sobretodo las superpuestas, con munición pesada de 40 ó 42 gramos, suelen dejar un buen culatazo de recuerdo y obligarán a su dueño a agarrarse mejor antes de volver a doblar su dedo índice. Volviendo a los cartuchos, algunos se jactan de llevar solo cuatro o seis cartuchos y, algunas veces, sus previsiones son desbordadas, por fallos o disparos apresurados, lo que les convierte en adictos a una munición que solo algún amigo o la obligada vuelta al coche le satisfarán. Las semiautomáticas de tres disparos suelen ayudar, porque lo no haya logrado el primero ni el segundo, rara vez lo arreglará la tercera detonación. Salvo avisar del casi seguro fallo al resto de cazadores. También una arrancada imposible o “llenarse” de pájaro provocan más fallos de los debidos. Más motivos para la chufla en cuadrilla, si alguien se atreve a contarlo o es visto al errar.
DUEÑOS
Entonces, echar la culpa al perro suele servir de poco, que para eso están el dueño. Eso sí, hablamos de un colectivo poco dado a fardar y más a ocultar información que a dar toda la que se tiene. Porque socializar los sitios buenos es dinamitar la posibilidad de seguir cazándolos. Eso sí, siempre quedan algunos que hacen la excepción presumiendo seguramente de lo que les falta, cazando cuando nadie les ve y apuntándose “dobletes” que nadie cree. Qué sería de la caza sin estos individuos y sus creíbles, o no, anécdotas tras la sorda.
J.ATXA
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