sábado, 29 de diciembre de 2012
viernes, 21 de diciembre de 2012
El peor adversario para la sorda
Mientras los aficionados al pase siguen mirando las previsiones climatológicas europeas, en espera de que nuevos temporales empujen a otras remesas de pájaros hasta nuestras costas y montes, los que sí están en plena faena son los sorderos, que aún recuerdan la buena entrada de hace dos semanas, pero a los que también se les ha estancado el número de oillagorras en nuestros montes. En esta modalidad, el concurso del perro no solo resulta obligatoria, sino fundamental para poder tener éxito detrás las escurridizas becadas. Hay un montón de tópicos al respecto, de perros y dueños, y la casuística crece en cada jornada, amén de las bromas, cuando no exageraciones, en el mundillo de los sorderos.
Pero no se puede decir que sobre perros esté todo inventando, porque este complejo mundo siempre está abierto a las nuevas teorías. Como ejemplo de esto último, en internet aparecen incluso ciertos postulados para desechar en directo a aquellos canes procedentes de los concursos, por unas cuantas razones, más o menos discutibles, apostando solo por los perros que demuestren su buen hacer en el día a día en el monte y tras largas jornadas de caza. Algo que no será nada bien recibido por algunos criadores y adiestradores, que precisamente perseveran en su trabajo con la vista puesta a largo plazo en busca de perros cada vez mejores en el desarrollo de sus cualidades y tareas, no solo en concursos. Su objetivo es la mejora de la raza, no el lucro inmediato. Un debate que seguro durará muchas horas y más vueltas entre aficionados.
El buen perro para las sordas deberá mostrar una gran pasión por la búsqueda de este pájaro, basado en una afición a prueba de bombas, una resistencia de auténtico deportista de élite para no desfallecer en la búsqueda, y “cabeza” para saber dónde buscar a la becada, todo ello aderezado con una buena nariz que delate al pájaro.
A veces, son complicadas de ver las líneas que separan a un buen perro de sordas de un excelente becadero. El primero correrá y correrá con mayor o menor fortuna dando más o menos pájaros a su dueño, pero el segundo seguro que sabrá exactamente dónde y cómo sorprender y bloquear al pájaro que se aplasta, o mostrar al que lleva varios revuelos sin dejarse siquiera arrimar, guareciéndose en los sitios más complicados.
Al final, resulta difícil incluso evaluar a estos perros, porque su formación y conocimientos también dependerán de muchos factores. El primero, dando por hecho un adiestramiento mínimo de por medio, tiene que ver el número de horas de monte y el contacto con las sordas. Un buen perro que apenas salga a cazar una o dos mañanas por semana poco o nada tendrá que ver, seguramente, con otro can quizá menos avezado pero que lleve a cuestas mucho monte y muchos más pájaros levantados, puestos y cobrados. Desde luego, los tiempos no perdonan y si hace unos lustros era relativamente fácil enseñar a un perro a cazar sordas, hoy en día no resulta sencillo.
Entre la creciente falta de sitios por la progresiva urbanización de nuestros montes, añadiendo el alto número de aficionados a la especialidad, resultan factores que no facilitan el contacto del perro con el ave. Muchos deberán recurrir a visitar acotados, en los que siempre habrá menos cazadores que en lo libre y donde se presume la presencia de sordas, e incluso en los últimos años se está poniendo de moda visitar lugares de los confines de Europa donde se garantiza la presencia de becadas y el consiguiente contacto para los perros, a unos precios cada vez más asequibles.
Todo sea por despertar en el can esa afición que lleva latente en la sangre para buscar, parar y mostrar ese pájaro tan anhelado y que tantas triquiñuelas se sabe. Luego las modas también evolucionan, y cada vez son menos los perros que van con cencerro y a tiro de escopeta de su amo, pero esa es otra historia.
J.ATXA
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Pero no se puede decir que sobre perros esté todo inventando, porque este complejo mundo siempre está abierto a las nuevas teorías. Como ejemplo de esto último, en internet aparecen incluso ciertos postulados para desechar en directo a aquellos canes procedentes de los concursos, por unas cuantas razones, más o menos discutibles, apostando solo por los perros que demuestren su buen hacer en el día a día en el monte y tras largas jornadas de caza. Algo que no será nada bien recibido por algunos criadores y adiestradores, que precisamente perseveran en su trabajo con la vista puesta a largo plazo en busca de perros cada vez mejores en el desarrollo de sus cualidades y tareas, no solo en concursos. Su objetivo es la mejora de la raza, no el lucro inmediato. Un debate que seguro durará muchas horas y más vueltas entre aficionados.
El buen perro para las sordas deberá mostrar una gran pasión por la búsqueda de este pájaro, basado en una afición a prueba de bombas, una resistencia de auténtico deportista de élite para no desfallecer en la búsqueda, y “cabeza” para saber dónde buscar a la becada, todo ello aderezado con una buena nariz que delate al pájaro.
A veces, son complicadas de ver las líneas que separan a un buen perro de sordas de un excelente becadero. El primero correrá y correrá con mayor o menor fortuna dando más o menos pájaros a su dueño, pero el segundo seguro que sabrá exactamente dónde y cómo sorprender y bloquear al pájaro que se aplasta, o mostrar al que lleva varios revuelos sin dejarse siquiera arrimar, guareciéndose en los sitios más complicados.
Al final, resulta difícil incluso evaluar a estos perros, porque su formación y conocimientos también dependerán de muchos factores. El primero, dando por hecho un adiestramiento mínimo de por medio, tiene que ver el número de horas de monte y el contacto con las sordas. Un buen perro que apenas salga a cazar una o dos mañanas por semana poco o nada tendrá que ver, seguramente, con otro can quizá menos avezado pero que lleve a cuestas mucho monte y muchos más pájaros levantados, puestos y cobrados. Desde luego, los tiempos no perdonan y si hace unos lustros era relativamente fácil enseñar a un perro a cazar sordas, hoy en día no resulta sencillo.
Entre la creciente falta de sitios por la progresiva urbanización de nuestros montes, añadiendo el alto número de aficionados a la especialidad, resultan factores que no facilitan el contacto del perro con el ave. Muchos deberán recurrir a visitar acotados, en los que siempre habrá menos cazadores que en lo libre y donde se presume la presencia de sordas, e incluso en los últimos años se está poniendo de moda visitar lugares de los confines de Europa donde se garantiza la presencia de becadas y el consiguiente contacto para los perros, a unos precios cada vez más asequibles.
Todo sea por despertar en el can esa afición que lleva latente en la sangre para buscar, parar y mostrar ese pájaro tan anhelado y que tantas triquiñuelas se sabe. Luego las modas también evolucionan, y cada vez son menos los perros que van con cencerro y a tiro de escopeta de su amo, pero esa es otra historia.
J.ATXA
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Noticias de caza
domingo, 16 de diciembre de 2012
domingo, 2 de diciembre de 2012
Que nunca las descargue el diablo
La seguridad en la caza y con las armas deportivas debe ser prioritaria
en todos y cada uno de los momentos, sin hacer distinciones entre la caza mayor
o menor.
ARMAS
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Dos accidentes más con
víctimas mortales en Galicia hace diez días debieran hacernos reflexionar de
nuevo sobre la seguridad antes, durante y después de la acción de cazar. Poco a
poco en la presente campaña se van sumando las tristes noticias de siniestros
también en otros sitios como Guadalajara, Lleida, Barcelona o Asturias, sin
olvidar el fallecimiento que hubo que lamentar en Sopuerta en septiembre,
durante una batida de caza mayor y en la que falleció un hombre con residencia
en Castro, o el aficionado guipuzcoano que se cayó desde un puesto de caza
desde una altura de diez metros. Todos sabemos, nos guste más o menos, que la
caza en general es una actividad de riesgo y, ante ella, solo cabe reforzar las
medidas de prevención y seguridad para evitar los accidentes. Una sola víctima
mortal ya es un precio excesivo para una actividad por la que disfrutamos del monte y la naturaleza.
A pesar de todo, se cifra en casi un millón de cazadores los que salen al monte
cada fin de semana en época hábil, la siniestralidad en números sigue siendo
afortunadamente muy baja, aunque que se lo expliquen a quien le ha tocado de
cerca algún accidente. Así que mejor prevenir antes que lamentar luego.
ARMAS
Sin duda, la parte
más complicada es la del uso de armas deportivas. Todas ellas disponen de un
mecanismo de seguro que impide la acción del gatillo y que solo debe ser
quitado en el momento preciso, justo antes de disparar. Por supuesto, tirando
sobre una pieza de caza y cuando se cuenta con todas las garantías de que el
disparo no irá a donde no debe, esto es, se ha identificado la pieza, se tiene
la seguridad de que no puede hacer daños a terceros y tampoco que pueden causar
rebotes o enviar tiros al viso. La eficacia letal de una escopeta de caza
cargada con perdigones se disipa a partir de cincuenta o sesenta metros, no así
la del rifle, cuyas balas o rebotes pueden volar cientos de metros e ir a parar
a cualquier lado. Habrá por tanto que tener siempre en cuenta la peligrosidad
de la escopeta o rifle en todo momento, sin confiarse en ningún caso. Algunos
perdigones de escopeta llegan más de lo que creemos, así que nada de riesgos.
Los que han practicado
alguna competición de tiro conocen bien las estrictas medidas de seguridad que
hay que mantener en todo momento en las canchas. Escopetas abiertas y
descargadas, modo de cerrarlas y cargarlas, apuntar hacia adelante, armas
enfundadas y demás pueden ser un buen comienzo para las normas que luego se
deben de observar en la caza, y que no dejan de ser medidas lógicas y preventivas.
Las armas, cargadas solo cuando se va a cazar, realizando la carga hacia arriba
o hacia el suelo, por si acaso hubiera algún disparo fortuito, y jamás en
dirección a personas o cosas. Mantener el seguro echado hasta que se vaya a
utilizar, vigilar que el cañón esté siempre limpio y los choques estén bien
prietos, y descargar el arma al atravesar obstáculos o zonas de seguridad.
Tampoco dejar la escopeta ni rifle apoyado en un árbol, muro o similar, ni al
alcance de los perros o de otros factores de riesgo, controlando siempre dónde
y cómo está, sin utilizarla como herramienta para que nada que no sea su propio
uso. Además, en cacerías colectivas o zonas de pase, será conveniente tener
unas gafas de protección para evitar perdigones perdidos. En la caza mayor es
obligatorio portar el chaleco reflectante y, a pesar de ello, jamás disparar a
ramas que se muevan ni similares hasta no certificar que lo que hay detrás es
una pieza de caza. Tampoco se debe abandonar el puesto, y al disparar, no
hacerlo hacia otros puestos y evitando zonas que puedan causar rebotes. Antes y
al acabar la jornada de caza, comprobar el perfecto estado del arma. No apuntar
jamás a nadie, aunque esté descargada. Un solo despiste una sola vez puede
resultar fatal, así que no nos despistemos. No dejemos que la descargue el
diablo.
J.ATXA
DEIA
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sábado, 1 de diciembre de 2012
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