sábado, 9 de octubre de 2010

Alicortadas

El cobro de la pieza abatida, siempre complejo, es la culminación del lance cinegético. Un premio al esfuerzo, no exento de cierta pena. Algo así como el tributo que debe pagar el cazador por quitarle la vida al animal. Pero esto que, así contado, puede dar la sensación de algo sencillo, no lo es tanto cuando hablamos de perdices alicortadas.

La caza de la perdiz a rabo posiblemente sea la modalidad más dura y difícil, donde el animal pone a prueba a los cazadores mejor dotados físicamente. En una jornada de caza un aficionado fácilmente puede andar 30 ó más kilómetros monte arriba, ladera abajo, tras las bravas perdices, reinas de la avifauna ibérica. Por respeto al animal herido el cazador hará lo imposible para no dejarlo sufriendo en el monte, aunque cobrar una perdiz alicortada es una de los lances más difíciles y espectaculares que pueda experimentar un cazador. Cuando la perdiz cae de ala apeona veloz en busca de refugio, muchas veces a mas de cien metros del lugar. El cazador sabe dónde pegó el pelotazo pero no la dirección que ha tomado porque la vegetación se lo impide. Conviene buscar rápidamente la altitud más próxima y observar desde allí si en algún clarito se ve apeonar la perdiz. Seguido, dirigiremos el perro hacia el lugar donde cayó. Localizado el plumerío, ordenaremos al perro a que haga círculos a su alrededor hasta que localice la dirección que ha tomado. Una vez que el perro ha cogido el rastro, conviene dejarle toda la iniciativa aunque vuelva por sus pasos y de la sensación que ha perdido el rastro. Mientras tanto, el cazador ni debe interferir en su trabajo ni mucho menos pisar por donde se supone ha estado la perdiz.

EL CORREO

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