viernes, 17 de septiembre de 2010

No más humillaciones

El campo da lo que da en tanto se le respete, de lo contrario lo que ayer fue una bendición hoy es pura tristeza. Los animales desaparecen y el hombre ocupa con fuerza su lugar. Un claro ejemplo lo tenemos en algunas urbanizaciones y pequeños chalets invadiendo territorios de monte.

Y no contentos con ello algunos de sus ocupantes se molestan ante la presencia de los cazadores -antiguos ocupantes- aunque respeten las distancias de seguridad. Puede o no gustarle a uno la práctica de la caza y hay que admitirlo tanto a unos como a otros siempre y cuando ambos se respeten. Puedo entender también a quien no se le suba la adrenalina ante la presencia de un jabalí o bien no entienda que el cazador muchas veces desearía dar la vida al animal al que se la ha quitado. Más me cuesta admitir que algunas personas que dicen no admitir la muerte de un animal sean insensibles a la pobreza o la violencia de género. Queramos o no, el hombre está en la cúspide de los predadores naturales y la predación social es uno de los mayores exponentes de los humanos tanto en el trabajo como con el coche o en la política, por citar algunas actividades.

Me cuesta admitir las contradicciones de unos y otros al considerarse algunos pocos menos que la divina pomada. Aquí colonia no mea nadie y garbanzos negros hay en todas partes. Así que cada cual en su casa y la justicia en la de todos. Sobre todo en la de esos dos o tres atorrantes que se dedican a poner letreros contra los cazadores en Bermeo y sus alrededores. Si la autoridad competente no retira los carteles, lo harán los cazadores. Este es un pueblo de cazadores y lo seguirá siendo siempre que se respete la ley. Los cazadores en su fecha se manifestaron con inusitada fuerza en Madrid al entender pisoteados sus derechos y lo volverán a hacer donde haga falta si acontece algo parecido. Mientras tanto, tengamos la caza en paz. Los próximos días 24 y 25 se celebrará en Muskiz la fiesta de cazadores y pescadores organizada por la sociedad del pueblo.
J.A.SARASKETA

EL CORREO

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