A estas alturas de calendario, hay dos opciones para la escopeta: limpiarla a conciencia, engrasarla y guardarla de forma segura hasta finales de verano, o bien tenerla en perfecto estado de funcionamiento aprovechando las contadas posibilidades que nos quedan. Otro día nos ocuparemos de aquellos que deciden plegar velas con una buena limpieza a fondo y la consiguiente revisión de los mecanismos principales. Ahora toca insuflar ánimos a los que reniegan de aparcar la escopeta tantos meses. Además, puede resultar una buena época para corregir esos defectillos que a veces notamos cuando estamos en caza real y los tiros no van donde deseamos, esto es, a la pieza que a veces tardamos horas en localizar. Pocos momentos hay más desanimantes que cuando por fin el perro nos pone un pájaro; ya sea perdiz, becada e incluso una codorniz después de un gran esfuerzo y nos acercamos cautos, sale la pieza y ¡pim!, ¡pum! y el pájaro se marcha a criar con un susto del carajo a cuestas. Si al menos el perro sale corriendo detrás de la pieza, indicará un adiestramiento poco riguroso, pero nos evitará esa congoja de cuando el can veterano se queda sentado mirando a su amo después del clamoroso fallo, como reprochándole su falta de acierto para completar la captura.
Cuántos disparos que se fallan se podrían acertar si el cazador tuviera ese instinto de tirador, que básicamente consiste en controlar el momento, encarar adecuadamente, juzgar la trayectoria, calcular el adelanto y finalmente, doblar el dedo índice. Claro que también se falla, pero casi siempre sabiendo el motivo. De hecho, las distintas modalidades de tiro al plato nacieron con esta ocupación, mejorar el tiro de caza y buscar un entretenimiento para la escopeta en tiempo de veda. Así, las primeras tiradas se hacían con bolas de cristal rellenas de plumas para simular al pájaro. Poco que ver con los actuales campos de foso olímpico, que sin embargo ofrecen la posibilidad de juzgar y calcular unas veloces trayectorias que bien pueden ser las de una perdiz salvaje.
CONSEJOS
Para quienes deseen practicar los recorridos de caza, las alternativas son menores pero existen. Así, quienes se acerquen por ejemplo al coto industrial alavés de Txoriarte no sólo podrán poner en forma a sus perros con especies sembradas, sino que disponen de dos canchas de recorridos de caza y un minifoso en las mismas instalaciones. También la federación guipuzcoana de caza dispone de tres canchas en la campa de Arkale en Oiartzun, donde también es preciso estar federado en caza para tirar, pero ya han comenzado su época de campeonatos, con lo que la disponibilidad de huecos para tirar puede estar más complicada de ahora en adelante. En cualquier caso, quienes han probado un par de series a las patenas, minis, conejos y candelas, repiten. Por algo será.
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