viernes, 17 de mayo de 2013

El “duende”, un curioso desconocido

Cada vez en más fácil ver y toparse con corzos en nuestros montes. Y si a menudo se dejan ver más en Bizkaia, saliendo de nuestro territorio por casi cualquier carretera en dirección sur, las primeras o las últimas luces del día permitirán distinguir su frágil silueta en los bordes de los bosques o en mitad de las verdes cosechas en busca de los brotes tiernos que le pierden a veces tras el punto de mira de los cazadores a rececho, modalidad de caza en la que nos hallamos inmersos en el mes de mayo. Nos hemos acostumbrado a verle, pero quizá no sepamos demasiado sobre este nuevo vecino que se ha instalado en nuestros montes en apenas dos décadas.
El corzo, en la imagen un ejemplar macho naturalizado (Foto: Javier Atxa)Así, el corzo es un ungulado rumiante, con un estómago más bien pequeño para su tamaño, por lo que debe comer en breves y diversos periodos del día, de ocho a diez, intercalados con otros tantos momentos de reposo y de rumia. Por tanto, sus preferencias serán las de alimentos que le aporten mayor energía, poco fibrosos y ricos en azúcar, para compensar el no poder llenarse el estómago y cargar energías, adaptándose siempre a lo que le genere el entorno en que vive y dependiendo de la época y estación en la que esté. Como hemos indicado, los brotes tiernos, las hojas y los frutos son sus predilectos, sin desestimar a los arbustos y los árboles, ni a las herbáceas leguminosas a estas alturas del año.
Puede llegar a comer hasta tres y cuatro kilos de materia verde en el mismo día. Aunque eso sí, comerá sin arriesgar y siempre que no detecte peligro porque el corzo cuenta con unas grandes orejas que delatan su gran sensibilidad auditiva, acompañada de una excelente vista y de un buen olfato. Y su defensa la encuentra en la espesura del bosque, donde será difícil, cuando no imposible, localizarle si ha decidido poner tierra por medio.
RECECHO. Es la modalidad de caza del corzo por antonomasia, en la que el cazador debe conocer estos y bastantes detalles más para localizar y luego conseguir poner al alcance del rifle al menor de los cérvidos europeos.
Sus querencias, costumbres, saber las zonas de estancia y teniendo siempre el aire de cara para no ser detectado deberán ser algunos de los parámetros en juego y en solitario que muchas veces quizá queden desbaratados cuando el corzo emita algo similar a un ladrido señalando que el intruso ha sido descubierto.
Aunque a veces la propia curiosidad le pierde al “duende del bosque”, por querer saber qué es ese ruido, ese olor o quién se acerca, le puede propiciar el hacer una parada en el claro, durante unos escasos segundos, que el recechista veterano sabrá aprovechar bien para encarar el rifle y dispararle. Porque acertarle será otra cosa: no en vano algunos también le llaman “tragabalas”: cuando todo está a favor no hay captura.
En el apartado de armas, la lógica cada vez se impone y el rifle denominado “para todo”, normalmente de medio o grueso calibre pensando en las batidas de jabalí, va cediendo el sitio a otros de calibres más apropiados, que consiguen abatir a la pieza de forma eficaz y causándole el menor daño posible. No olvidemos que el fin de cualquier modalidad de caza y de las piezas capturadas debe ser siempre terminar en una mesa bien servidas, con obvios fines gastronómicos.
Que encima en el caso del corzo ofrece una carne exquisita como pocas. De otra manera resulta difícil, por no decir imposible, justificar el propio hecho de cazar. Volviendo al rifle, los calibres más habituales para el rececho de corzo están entre los 5,6 a 6,5 milímetros utilizando proyectiles ligeros, en armas de poco peso, muy manejables y transportables, además de una gran precisión gracias a su balística y aportando trayectorias tensas, para poder disparar a más de cien metros. También el concurso de una buena lente facilitará poner al duende en la cruceta, a sabiendas que este curioso e inquieto animal, a la mínima que barrunte, saldrá pitando.
J.ATXA
DEIA

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