miércoles, 10 de diciembre de 2008

SUDARIO DE MUERTE

En el ecuador de la temporada cinegética, la nieve, blanca como la ilusión y fría como el desengaño, ha paralizado en muchos lugares la actividad venatoria y los animales peor dotados sufren las consecuencias de su peor enemigo. De hecho, muchos pagarán con su vida este sudario de muerte. El cazador lo sabe como nadie y se abstendrá -incluso por imperativo legal- de perseguir a aquellos que estén mermados por las condiciones climáticas.
Pero no todos sufren por igual esta adversidad. Es el caso del jabalí, que con su poderosa jeta levanta y hocica la nieve en busca de comida. De ahí que en algunos lugares se permita su caza aunque la nieve cubra los montes. Los cérvidos soportan mucho peor el frío, pero son reacios también a abandonar las zonas querenciosas al poder seguir ramoneando. Las que verdaderamente sufren lo indecible son perdices y liebres, porque nunca abandonan el lugar donde nacieron. Es mucha la desventaja. En su manto, como la imprenta en la tersura de un papel blanco, van dejando un rastro de dificultad y muerte. Las migradoras, por el contrario, huéspedes en todas partes, abandonan pronto las zonas donde no tienen alimento.
Pero a pesar de este mandato de respeto hacia los animales que a la inmensa mayoría de cazadores no hace falta recordar, supone para unos pocos una oportunidad para competir con ellos de manera desigual. ¿Qué puede aportar tirar a las becadas al paso, cuando la noche inicia sus primeros escarceos? Bajo ningún concepto se debe permitir ni encubrir este comportamiento carente del mas mínimo conocimiento ni sacrificio que debe imperar en toda modalidad cinegética, además de totalmente prohibido. Así las cosas, el cierzo que peina los picos nos trae fríos susurros del viento que va a llegar, la nieve es bienhechora para los campos: da muerte a muchos insectos, empapa la tierra mejor que el agua de la lluvia e impide que las heladas destruyan las siembras.

J.A.SARASKETA

Fuente: EL CORREO

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