lunes, 8 de febrero de 2010

Amigo y mago

Por mucha pompa que le den los americanos, no sé si la marmota yanki que predice el tiempo que resta para finalizar el duro invierno acierta o no. De marmotas no tengo ni idea, pero sí apostaría a que un perro del medio rural no le va a la zaga en esto de las predicciones. El perro siempre ha ocupado en el mundo del esoterismo y los fenómenos sobrenaturales un lugar preferencial. Los cazadores lo han aceptado como compañero insustituible, debido a que, conocedores de las inmensas cualidades olfativas que estos animales atesoran, son la llave de muchos misterios que se les atribuyen.
No en vano, el cerebro de un perro tiene unas 40 veces más células destinadas a la función olfativa que los humanos. Se dice que cuando un perro 'aúlla a muerto', percibe alguna sensación misteriosa que a los humanos se nos escapa. Lo cierto es que huele los cambios bioquímicos que se producen en el cuerpo humano cuando le llega la muerte. Igualmente, detecta una sustancia que se libera en el torrente sanguíneo llamada adrenalina, y que las personas y los animales generan cuando denotan temor o miedo.
En algunas culturas precolombinas, el perro fue termómetro de los fenómenos atmosféricos. En su piel temblorosa, color, forma y expresión de sus ojos, vieron con anticipación los movimientos telúricos y otros tipos de cataclismos, así como la muerte, los días de festejo y alegría, y las largas pautas entre la vida y la muerte.
Son también los ojos del perro en las antiguas culturas donde consultaban cualquier decisión importante, pues mirándolos en profundidad y con intención expresa de saber qué dicen, entendían que captaba la tristeza, la alegría, la duda, la afirmación, el cariño.
Ciertamente muchos de estos misterios tienen su explicación actualmente; en los ojos de un animal se puede ver lo que uno esté predispuesto a ver y en el olfato del perro, como en el de la mayoría de los mamíferos con una gran preponderancia olfativa, está la solución a muchos de los dilemas que en los perros se plantean. Así y todo, quédense con nuestro fiel compañero, porque a buen seguro les sorprenderá a cambio tan sólo de una sencilla caricia.

J.A.SARASKETA

Fuente: EL CORREO

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