No por finiquitada la temporada de caza el cazador se desliga del cuidado de los animales motivo de su afición. Un fino y comprometido cazador de perdices, Michel Urrutikoetxea, suele comentar que los animales en general buscan tres condicionantes para ocupar un lugar y desarrollarse: comida, tranquilidad y hábitat adecuado.
Tan cierto como que la simple ausencia de una de ellas motivará una regresión importante en sus poblaciones. De ahí que los titulares de cotos se esfuercen sobre todo en época de veda y reproducción en evitarles enemigos, porque de buscar comida y encames ya se encargan ellos. Siempre inciden los cazadores en la misma problemática: control de pequeños predadores y rotura de hábitats, bien por pastoreo excesivo, deforestaciones abusivas o agricultura agresiva. Pero, a pesar de tantos y tan nocivos enemigos, uno solo de la especie 'individuo' hace mas daño en algunos casos que los azotes enumerados. Me estoy refiriendo a ciertos pastores de socarrona maldad que, amparados en la más absoluta impunidad, arrasan con todo lo que corre y vuela. En su papel de permanentes testigos de cuanto ocurre en su zona de influencia, a su sagacidad y dotes de observación no se le escapa nada. La liebre encamada en la solana del cerro morirá indefectiblemente tarde o temprano bajo el golpe certero de su garrota. Localizará rápido el lugar donde la perdiz ha hecho la postura para cazarla y comerse los huevos. De igual forma, cuando el calor aprieta y los pollos de perdiz no pueden volar, azuzará al perro para coger el mayor número posible. Los lazos en las veredas que frecuentan las liebres son una constante por las noches.
Evidentemente, no todos los pastores son de la misma ralea y mucho menos los jóvenes, entre los cuales contamos con personas muy sensibilizadas con la defensa del medio y la fauna. Y nada mejor para catalogarlos que pedirles información sobre la caza del lugar. En función de lo que nos digan catalogaremos rápidamente al personaje. Porque si de verdad quiere ayudarnos, nadie mejor que él. Estas y muchas tretas están al alcance de estos sujetos que un día sí y otro también a lo largo de toda su vida pueden masacrar la fauna y castigar con su cerrilismo al 'señorito de ciudad' que, curiosamente, le está pagando a él y a otros cantidades leoninas por ejercer el derecho a cazar. Mala solución, a no ser que se cuente con un 'señor guarda' que no sea amiguete de esta 'figura representativa de la paz de los campos'.
J.A.SARASKETA
Fuente: EL CORREO
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