jueves, 24 de abril de 2008

El "duende del bosque" examina al recechista

Comenzada la época de la caza del corzo en rececho, ahora es cuando se ponen a prueba las facultades y experiencia del cazador de esta exigente modalidad.


Abril y mayo son épocas de madrugones para quienes practican la caza en rececho del corzo, auténtico examen casi diario para los asiduos a esta compleja y exigente modalidad de caza, que cada año gana más adeptos también entre los cazadores vascos. Cualquiera lo diría hace apenas tres lustros, cuando se dejaban ver los primeros corzos por nuestros montes de forma más o menos esporádica. Y ese mérito corresponde a las instituciones, y en el entorno más inmediato a la Diputación de Bizkaia. Todavía no se habrán cumplido veinte años desde que Juan Antonio Sarasketa publicase en prensa que Euskadi podría ser un auténtico paraíso para los corzos, algo que algunos enseguida tildaron de locura. Las sueltas de ejemplares en lugares estratégicos por anteriores responsables de Agricultura y su adecuado aprovechamiento han permitido que ahora en la entidad foral se baraje la cifra de 1.700 ejemplares sólo en nuestro territorio, que se dice pronto.


MODÉLICA La modalidad del corzo a rececho está considerada como una forma modélica de caza en la que se contraponen las facultades de ambos contendientes, cazador y pieza, que además es totalmente selectiva, ya que se elige o rechaza la posibilidad de disparar en función de si la presa cumple con las características buscadas por el cazador y que además estarán autorizadas en su correspondiente y obligatorio permiso. El rececho pone a prueba los conocimientos, las facultades físicas y la habilidad del cazador, además de su talla ética y cinegética, algo que ha hecho que muchos descubran los valores en esencia que ofrece esta atractiva modalidad. Conocer bien la especie, sus querencias y costumbres, el hábitat en el que se desarrollará la acción de caza y un poco de suerte serán ingredientes necesarios para intentar situarse con el aire de cara a una distancia óptima, no superior a 100 o 150 metros, para intentar abatir la pieza, para lo que habitualmente se contará con un único disparo.


EQUIPAJE Pero ojo, para ser un buen recechista no basta con equiparse bien en una armería y salir en pos del cérvido más pequeño europeo, ésa es sólo una cuestión de dinero. En la mochila habrá que llevar también un amplio bagaje; como saber leer el monte, moverse sin delatar la propia presencia, mimetizarse con el terreno para así intentar sorprender a un animal que, ante el mínimo detalle extraño en su entorno, pondrá muchos metros de por medio hasta literalmente desaparecer en el bosque.


AVANCES Ciertamente los avances tecnológicos del sector facilitan demasiado acabar ese espíritu que brilla con luz propia en el cazador de corzos con mayúsculas. Miras y visores nocturnos, telémetros láser, solos o incorporados en las miras, además de la elevada precisión de los nuevos y mejorados rifles que cada año surten el mercado con más y mejores modelos, sólo hacen que para determinados individuos éste sea un ejercicio de tiro a distancias en las que quizá se pueda matar, pero no cazar. Y ambos conceptos deben de estar -también en esta modalidad- muy bien diferenciados.


ÉXITO La suerte también tendrá algo que decir para, después de pistear reglamentariamente al duende del bosque podamos verle y decidir si se le dispara o no. Ése es el momento esencial que puede cubrir todas las expectativas del recechista, y que a veces se puede cumplir incluso sin llegar a doblar el dedo índice. Y es que el éxito de esta modalidad se decidirá en esos pocos segundos.


JAVIER ATXA

Fuente: DEIA

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