domingo, 6 de abril de 2008

Salmones y truchas

J.A. SARASKETA

Todavía no hace un mes que los pescadores estaban preocupados por la escasez de agua en los caucese fluviales. A día de hoy, en los ríos de la cornisa cantábrica el problema no es el agua sino la alarmante escasez de truchas autóctonas. No en vano, pescar una es poco menos que un reto para el más avanzado de los aficionados. En cuanto al salmón, pez rojo y casi sagrado del que hablaban Plinio y Plutarco cien años después de Jesucristo, de momento las capturas son contadas por las especiales circunstancias que concurren en esta alocada primavera. A pesar de la grave regresión que han experimentado sus poblaciones se empieza a constatar una leve progresión fruto de la acertada gestión de los distintos gobiernos autonómicos por donde remonta este emblemático pez. Pero otro problema de los aficionados para poder pescarlo es tener la gran fortuna de ser agraciado en el sorteo.En Asturias su pesca se documenta ya en 1031. Entonces el convento de Corias ya cobraba salmones en concepto de renta. En 1541 se observa en algunas casas nobles asturianas empalizadas cruzando el río y formando normalmente dos líneas de estacas. Un real decreto de Carlos III privó en 1795 de tales privilegios a las casas nobles. Volvamos al pez más popular hasta ahora y al que más horas de ocio se le ha dedicado, la trucha. Como la mayoría de los peces, son criaturas termobarométricas muy sensibles y con las aguas frías les resulta más difícil entrar a toda clase de cebos y señuelos que se les presenten porque es también notablemente menor su actividad y afán de alimentarse. Del mismo modo que cuando se va caldeando tanto las aguas como el ambiente exterior, nunca en exceso, la pesca se mueve más y parece sentir mayor apetito y voracidad. Conviene pues buscarlas en las zonas de mayor profundidad y tranquilidad de las aguas, ya que es muy probable que en la seguridad de los grandes pozos sea donde los mejores ejemplares hayan buscado también refugio contra la corriente. Así detrás de las defensas naturales que presenta el propio río, rocas, troncos sumergidos etc y en las zonas soleadas será donde se encuentran las mejores piezas, evitando tener que gastar energías contra la corriente. Como animales cazadores que son, las truchas, buscarán alimentarse al alba y al crepúsculo sin desestimar los periódos solunares, ya que estadísticamente en condiciones medias arrojan un elevado porcentaje de casos de acierto y nos indican ventajosamente las ocasiones en las que se produce una sensible actividad de los animales silvestres en general.

Fuente: El correo//J.A SARASKETA

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