domingo, 13 de septiembre de 2009

BRAMA

Si por algo se caracteriza septiembre en el almanaque cinegético, es porque durante ese mes entran en celo los ciervos a nada que caigan las primeras lluvias. Al despuntar el alba y al atardecer vibrará la sierra con poderosos bramidos que proclaman la zona donde han agrupado a las ciervas. Es época de amor y lucha. Ciegos de pasión defenderán la posesión de su harén ante cualquier intruso grande o pequeño que pretenda arrebatárselas. Parece ser que los primeros venados que entran en celo son los más viejos, los cuales señalan su territorio frotando con la glándula preorbital en distintas zonas y dejándolas impregnadas de un líquido almizclado que detectarán todos sus competidores.

El acoplamiento es rápido y ocurre frecuentemente de noche. Después, el macho sigue berreando y pasa de hembra a hembra, abandonando el grupo rara vez para poder comer y descansar. Parece ser que lo hacen al cabo de una semana retirándose momentáneamente a recuperar fuerzas perdidas. Este paréntesis de dominio es aprovechado por los machos jóvenes que entran en celo más tarde. El fin de esta práctica cinegética siempre es el mismo, retirar los grandes ejemplares para dar paso a los machos jóvenes evitando problemas de consaguinidad.

En teoría todo perfecto pero, a la hora de la verdad, la primera falange del dedo índice sólo debe doblarse ante la presencia del gran trofeo. Aunque su caza no requiere gran dificultad, si se ejerce en zonas montañosas, una buena preparación física es indispensable. Como en todas las modalidades de caza, el ver y no ser visto es un factor importante. De ahí que para sorprender al animal en cuestión, nada mejor que estar en el lugar antes de amanecer con el sol de espaldas y el viento de cara. Unos buenos prismáticos con un mínimo de 10 aumentos nos ayudarán a seleccionar el mejor trofeo, evitándonos costosos y baldíos acercamientos a animales con cuernas en desarrollo.

En cuanto a las armas, un rifle de cerrojo con gatillo regulable y de un calibre superior a los 7 mm es suficiente. Más atención debe prestarse al visor. Si un buen prismático es necesario, un excelente visor regulable de 2.5 -10x50 como mínimo es imprescindible.

Bien es cierto que para abatir a un animal a 100 metros con buena luz, cualquier lente de chichinabo es suficiente. Ahora bien, cuando debe tirarse a 200 o más metros, a dos luces y lloviznando, una buena lente es la mejor solución al lance. Aunque los animales son daltónicos y no distinguen los colores, no conviene ir vestido como un albañil, ni tampoco como un guerrillero. Importa más caminar por lugares ocultos, despacio, y peinando bien el monte con los prismáticos hasta localizar ese gran macho que va a entrar en regresión.
J.A.SARASKETA

Fuente: EL CORREO

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